Ser soltera hoy, un problema del otro.

Sábado a la noche, Buenos Aires se divierte. O la gente se divierte en Buenos Aires.

El sábado es sinónimo de fiesta. En muchos lugares de la ciudad habrá cientos de personas enviándose mensajes de texto para coordinar encuentros, habrá gente teniendo sexo en el baño de un boliche, o varios enamorados a la distancia mandándose mensajes. Estoy segura que unos cuantos ya estarán ebrios sin haber terminado la previa, miles de chicas rebotando en boliches y otras cuantas rompiendo con sus novios (hoy sábado, faltando tan poco para San Valentín ¡qué lástima!). Como cuenta exacta, los colectivos que te llevan a la capital deben estar viniendo repletos, parando cada dos cuadras para que se suba la juventud.

Bien, por alguna razón, estoy en ese porcentaje de juventud que hoy sábado por la noche está adentro de su casa, en la cama, con un vaso de Pepsi casi sin gas en la mesa de luz y una porción de torta con crema esperando en la heladera. Sí, el panorama no es para nada malo si no contara con esas terribles ganas de salir a atajar balas con la boca. Podría ser peor, lo sé. Podría tener a medio leer (que no es que lo tenga) el último libro de Cincuenta sombras (que no es que en realidad esté a medio leer ni apoyado en la mesita de noche).

Voy a contarles la pequeña historia de una chica que tenía quince años y se había puesto de novia. Su relación duró casi 9 años, y en ese transcurso ella desconocía su faceta de soltera. Cuando tenía 19 ya se había cansado del imbécil con el que estaba, pero llámenlo costumbre o aburrimiento, siguió unos cuantos años más. A esa edad no pensaba que llegar soltera a los 25 podría afectarle porque Carrie Bradshaw su heroína favorita tenía casi 40 y era muy divertida estando sola y, además, muy exitosa. Bueno, exitosa en todo, menos en el amor, evidentemente.

La realidad es que, cuando llegas a determinada edad, un montón de cosas influyen a la hora de pensar ideas estratégicas para quitarte la vida y conservar la dignidad  (aunque muchos podrían opinar que no hay nada digno en el suicidio, con lo que estoy completamente de acuerdo). Lejos del sarcasmo, mi vida es casi un infierno.

Pero si estar sola, y con sola me refiero a sexual y sentimentalmente hablando es malo, ni hablar del sola+sexualmente inactiva+sin recibirse. Y peor aun cuando el combo lo agrandas con el todavía-viviendo-con-mis-padres por el módico precio de $seríasdemásutilidadmuerta. Enserio, es como lo peor que podría pasarle a cualquier persona, y más si esa persona tiene gente alrededor que le recuerda todo lo patético que se puede ser en este mundo con apenas veinticinco. Porque la edad en sí no es un problema (siempre y cuando no pensemos en que estamos bien cerca de las tres décadas, sin novio, profesión ni hijos, cuando el reloj biológico está en cuenta regresiva recordándote que los ovarios están poniéndose grises y caídos al igual que, probablemente, tus tetas). Yo les voy a dar los ejemplos de cuando es un problema y cuando no.

25 años y soltera: un problema a la hora de ir a eventos familiares, todos sabemos que las tías de la familia se formaron y recibieron en la academia de Cómo Incomodar a tu sobrina probablemente lesbiana. Porque si tenes 25 y estas sola A) sos lesbiana, o B) sos una solterona infumable. Y vas a quedarte para vestir santos. Y rodar. Y morir. O ambas tres, que se complementan muy bien.

25 años y soltera: tus amigos con hijos (¡Ah, esos malditos bastardos a los que la vida unió en comunión y son tan felices enrostrándote en la puta cara que están calentitos en la cama durmiendo muy abrazados y acompañados y felices de limpiar caca de bebé) enseguida te enchufan a los pendejos para que te los lleves a dar una vuelta, o para que los cuides los sábados por la noche mientras ellos se van de recorrida de telos (me olvidé de contarles que tengo una amiga someliere de telos), y vos, como sos una patética de mierda (me encanta autodenominarme patética) como no tenes NADANADANADA para hacer, terminas aceptando.

25 años y soltera: tus sobrinos, ya sean de sangre o postizos te aman. Para ellos sos una copada. MENTIRA, MALDITA SEA MENTIRA. Eras una copada. Cuando llegan a los 15 años se dan cuenta que su vida sexual es igual a la tuya: vacía, inexistente. En el caso de tus sobrinas, te cuentan sus amores, sus desamores, terminas comprendiendo que no garcharan pero al menos el sexo masculino aún se interesa en ellas. Terminas dejándote trenzar el pelo mientras comes helado en esa ficticia noche de chicas (vos 25, ellas 15) y atorándote mientras  te miran con resignación.

Tus sobrinos varones de más chicos te miraban las tetas, y ahora que ya tienen 17 te miran con diversión, sos exactamente el modelo de chica a la que jamás mirarían ni por casualidad, y te lo hacen saber con comentarios del tipo “vos sos gordita, pero una gordita linda”. Qué ganas de partirles una baldosa en la cabeza…

25 años y soltera en un boliche con amigas: créanme, no es divertido. Si tenes suerte, y digo, realmente suerte, a lo mejor en el trajín de gente alguno te toca el culo por equivocación. Pero cuando te hablan es sólo para ladrarte un “movete, gorrrrrrda”.

25 años, soltera y con amigo gay: para la gente de afuera, no importa qué, vos sos más gay que los gays.

El 25 es un número tan de mierda que HASTA ME REGALARON UNA LAPICERA CON ESE NÚMERO PORQUE LE HIZO ACORDAR A MI. Es un número que quisiera quitarlo de las matemáticas. Sobre todo después de esa vez que mi mejor amigo me dijo que existía una crisis a las 25, entre mordisco y mordisco de su BigMac. Esa madrugada en el local de comida rápida tenía tantas ganas de matar por su comentario, que hubiera matado a cualquier ser humano por una bola de fraile. Esa noche me levanté de la mesa y me fui muy enojada. Mi mejor amigo me llamó a los tres días y me invitó a un bar y fui, porque tampoco era un enojo del tipo “si me invitas a tomar cerveza no voy”.

Estoy pensando en la torta de la heladera y acabo de imaginar que así debe sentirse el amor.

Sábado a la noche, otra vez.