Como siempre le
digo a mis amigxs: una no decide quedarse sola de por vida por amor al arte, o
por ser una mostrocuco incogible; es algo que más bien se va dando
progresivamente. Es toda una construcción psicológica y hasta social. Una
decide quedarse sola cuando ya está cansada de que la caguen, o cuando está
cansada, digámoslo por una vez en la vida sin pelos en la lengua, de tanto pelotudo que va suelto y sin correa por
la calle. Algunas de nosotras, créanme, tenemos un máster al respecto de estos
hombres.
Hoy, la mujer
promedio decide enfocarse en su carrera y poder terminarla. Pero hay varias
mujeres promedio, yo soy de las que se enojan si le preguntas cuánto le falta
para recibirse o cuántos finales ha metido; mi estimado, hasta ahora lo único
que metí en mi vida con mucha puntería fue el nacho en la salsa cheddar (y me
lo llevé a la boca sin que se callera una gota en mis tetasmesada). Así que,
tal y como venía diciendo, la minita quiere terminar el secundario y enfocarse
en su carrera sin tener que lidiar con relaciones escabrosas de tipos que ya ni
se calientan en cortejarte, directamente te invitan a coger (PD. ¿Dónde quedó
lo metafórico del “vayamos a un lugar más tranquilo”? no hay tupé).
Ahora prefieren
experimentar la vida, repartir el tiempo entre estudiar y salir con amigas,
tienen la teoría de que aún están muy “born to be wild” y que sólo después
de los 30 deberían preocuparse por establecerse y encontrar al amor de su vida
(ese que si te invita a la casa y es muy cool lo vas a mirar con corazones en
los ojos y vas a pensar en decirle “¡cómo
me gustaría llenarte la casa de niñitos con tu cara, la reputamadre!”). Les
juro que esas minas piensan que el amor puede encontrarse abriendo un huevo kínder,
y yo les aseguro que no es verdad. Y se los digo yo, que estoy cerca de los
treinta (cerca, cerquísima). En este entonces, es decir, en mi entonces, las posibilidades de
encontrar un amor no sólo son bajas, sino que, cuando se encuentra algo
parecido al *amor* son tantas las expectativas, que el individuo nunca cumple
con los requisitos.
Pero aquí está el
problema, mi querida: después de los treinta está todo ese rompederodepelotas
que te dice que el reloj biológico ya viene marcha atrás. Se las pongo con
ejemplo: hace unas semanas mi mamá me dijo que si después de los 25 no
encuentro al hombre con quien comparta lo que me resta de vida, entonces estoy
cagada. Literalmente en ese instante se activó el “reloj biológico” que tenía
insertado en la nuca como los hombresrobots de El Eternauta. En ese momento me
vi rodeada de gatos en un caserón enorme, sin nietos que me vengan a romper las
pelotas. Me vi más sola que nunca, me vi con la piel estirada, con las tetas
como dos pasas de uva. Sentí como mi útero se ponía gris y se marchitaba. Sentí
al tiempo irse.
El tema con los treinta
y el reloj biológico es que una que se considera un poquito más inteligente o
con los pies sobre la tierra, ve cómo tantas otras cometen errores garrafales
de tamaños faraónicos. Errores tales como casarse con el primer bobalicón que
esté dispuesto a hacerlo.
Pero la posta es
que no. A NADIE LE GUSTA QUEDARSE SOLO. Tarde o temprano te empieza a pesar. Lo
peor que te puede pasar es que termines llamando a la radio de lentos para
conseguir pareja, dejando tu número de celular a la disponibilidad de los
oyentes, capaz hasta tenes suerte y hacemos una película después.
Lo importante de
este post es que NO SÉ a dónde quería llegar.
La metáfora de mi
vida.
El recomendado de la semana:
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